¿Sabe cómo lo ve Dios actualmente?
El número de quienes dicen estar vivos, pero espiritualmente están muertos, es infinita. De hecho, esa es la forma como Dios aprecia nuestra existencia hoy. Aunque decimos estar vivos, quizá estamos muertos hace mucho tiempo.
Basta salir una mañana para encontrarse, alrededor, con infinidad de personas. Si aprecia sus semblantes, descubrirá que algunas reflejan ansiedad, otras alegrías y hay quienes simplemente evidencian indiferencia.
El número de quienes dicen estar vivos, pero espiritualmente están muertos, es infinita. De hecho, esa es la forma como Dios aprecia nuestra existencia hoy. Aunque decimos estar vivos, quizá estamos muertos hace mucho tiempo.
La pecaminosidad es la causante de esta triste realidad. De hecho, al rey David se atribuyen las siguientes palabras, escritas en medio de una profunda desesperación:
"He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” (Salmos 51: 5 | RV 60)
El autor y conferencista, Jim Elliff, lo describe de la siguiente manera:
“¿Tienes un problema? Quizá es difícil darse cuenta. Si tienes buena relación con quienes te rodean, si tienes una carrera reconocida, si sacas buenas notas en los estudios, si tienes una familia que te quiere y si tienes confianza sobre su futuro, probablemente creas que no hay cosas por arreglar. Pero sí las hay. Tu problema es con Dios. Es lo suficientemente serio como para que seas privado de todo lo bueno que tiene Dios para la eternidad.”
El asunto no es tan sencillo, porque, de hecho, no sabemos hasta cuándo viviremos y, lo más seguro, es que no hemos arreglado cuentas con el Supremo Hacedor.
¿Cómo nos ve Dios?
Las Escrituras nos dejan claro el panorama, respecto a cómo nos ve Dios. Desde su óptica:- Estamos muertos en delitos y pecados (Ezequiel 18: 4; Romanos 6: 23)
- Estamos cegados a la verdad del Evangelio (2 Corintios 4: 3, 4)
- Estamos perdidos (Lucas 15)
- Estamos condenados para la eternidad (Juan 3: 18)
Solo Dios puede cambiar el curso de la historia
La historia con un final doloroso, pasando el umbral de la vida hacia la eternidad en el infierno, solamente la puede transformar Dios a partir de una decisión que hoy está en sus manos: recibir a Jesucristo como su único y suficiente Salvador.
Quizá se preguntaría: “¿Y por qué habría de hacerlo Dios?” La respuesta la escribió hace muchos siglos un profeta del oriente:
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.” (Jeremías 31: 3 | RV 60)
El apóstol Pablo, amplía la explicación del por qué Dios nos ofrece salvación de la perdición eterna:
"Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.” (Romanos 5: 8, 9 | RV 60)
La única salida al laberinto que está a solo una determinación nuestra, estriba en abrirle las puertas de nuestro corazón. No estamos hablando de religiosidad, sino de permitirle a Jesús que tome el control de nuestra existencia y de nuestro hogar. Los cambios se producirán. No en nuestras fuerzas, sino en Su divino poder.
Si lo hace, puede tener la certeza de que todo será diferente, como leemos en la Palabra:
"Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.” (Jeremías 29: 13 | RV 60)
La mejor decisión que le animamos a tomar hoy, es la de recibir a Cristo en su vida. Ese paso marcará un antes y un después en su existencia. Es hora de dar el paso.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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