Los 7 enemigos invisibles de la santidad
Santidad. Una palabra pequeña pero que encierra un profundo significado. Implica cambios profundos y duraderos.
Hay quienes se preguntan: ¿Para qué sirve? Otros piensan que la santidad no es para ellos. El camino a la santidad es el proceso a través del cual Dios, de un lado nos limpió de todo pecado por la obra de Jesús en la cruz, y de otro lado, nos lleva a experimentar crecimiento en todas las áreas de nuestra vida.
Si Dios está con nosotros, ¿Considera que la santidad es imposible para su vida? Por supuesto que no.
El propósito eterno de nuestro amado Padre celestial es que avancemos en el camino que nos permite dejar atrás una vida de pecaminosidad. Ya no somos esclavos. Cristo nos hizo libres.
El apóstol Pablo lo explicó en términos sencillos: "Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás.” (Efesios 2:10. NTV)
Si seguimos atados, si creemos que es imposible vencer esa inclinación a hacer lo malo, es porque dependemos más de nuestras fuerzas que de Dios. Ahí está el error. No en la vida cristiana, sino en nuestra autosuficiencia.
Una decisión nos fortalece en el camino a la santidad
La decisión es suya y mía: dependemos de Dios o, por el contrario, de nuestras propias capacidades. Nadie nos obliga. Usted y yo optamos por el camino.
Cuando estamos enfrentando esa disyuntiva, vale recordar al apóstol Pedro cuando escribió: "Por lo tanto, vivan como hijos obedientes de Dios. No vuelvan atrás, a su vieja manera de vivir, con el fin de satisfacer sus propios deseos. Antes lo hacían por ignorancia, pero ahora sean santos en todo lo que hagan, tal como Dios, quien los eligió, es santo. Pues las Escrituras dicen: «Sean santos, porque yo soy santo»” (1 Pedro 1:14-16. NTV)
Si decidimos caminar con Cristo, es esencial que nos prendamos de Su mano poderosa y nos afirmemos en Él, para no volver atrás.
Es gracias al Hijo de Dios que podemos vencer la tentación y dar nuevos pasos, uno a la vez cada día.
Cristo nos hizo santos, delante del Padre, en virtud de su muerte en la cruz, y tras su resurrección, nos concede el poder para ser vencedores de nuestra naturaleza carnal.
Tengamos en cuenta: no es un proceso fácil
El caminar en la santidad no es un proceso fácil. No porque resulte imposible, sino porque la santidad es un proceso y no resulta tan rápido como quisiéramos.
La autora cristiana, Mary Hellen Ashcroft, advierte:
“Las soluciones rápidas son muy populares en nuestra sociedad, de manera que queremos una educación rápida que traiga una vida santa. ¡Y lo queremos todo de inmediato!... Construir una vida santa requiere dos cosas. Amor, y tiempo. Construir una vida santa requiere años de labor constante. Por supuesto, encontraremos errores, nos caeremos, pero otros nos ayudarán a levantarnos de nuevo y nos alentarán a seguir adelante.” (Mary Hellen Ashcroft. “Las tentaciones…”. Editorial Vida. 1995. EE.UU. Pgs. 176, 184)
Hay que recabar en el hecho de que, aun cuando no sea fácil el camino a la santidad, no podemos darnos por vencidos fácilmente. Cristo es quien nos acompaña en todo el recorrido.
Los enemigos de la santidad
Cuando abordamos el asunto fundamental de la santidad, de la mano con las cosas positivas y alentadoras, debemos tener en cuenta los obstáculos invisibles.
En síntesis podríamos resumirlos en siete enemigos:
1.- El temor. No caminar en santidad por agradar a Dios sino bajo el temor del infierno.
2.- La impaciencia. Esperar que cambios profundos, en la forma de pensar y de actuar, se produzcan en nuestra vida de la noche a la mañana.
3.- La inclinación al pecado. Nuestra naturaleza seguirá latente pero, si dependemos del Señor Jesús, podremos vencer las tentaciones que nos amenazan con caer.
4.- Someterse a las reglas humanas. Cuando nos decidimos por la vida de Dios, es natural que encontraremos oposición. Pero a pesar de que el mundo legitime el pecado, no es en esa dirección hacia la cual debemos avanzar.
5.- Una imagen equivocada de Dios. Verlo como el Padre gruñón que procura ver cuando caemos para castigarnos. Nuestra apreciación del Señor debe cambiar. Él nos ama y desea ayudarnos en el proceso de levantarnos si hemos caído.
6.- Darnos por vencidos fácilmente. Recuerde que, como anotaba el apóstol Pablo, todo lo podemos en Cristo, y Él nos hace más que vencedores (Cp. Filipenses 4:13; Romanos 8: 28-39)
7.- Esperar la aceptación de todos, menos de Dios. Aun cuando usted esté experimentando cambios significativos en su forma de pensar y de actuar, siempre encontrará a su paso quien lo critique. No preste atención. Debe procurar la aceptación de Dios más que aquella proveniente del mundo.
El deseo de Dios: nuestra santidad permanente
Dios desea nuestra santidad, y nos acompaña en cada nuevo paso que demos en esa orientación.
No podemos perder de vista el hecho de que Dios está con nosotros. Siempre lo ha hecho. Jesús nuestro amado Salvador, lo dejó claro (Juan 6:20); un segundo elemento es que, como a la mujer adúltera que se arrepintió, Dios nos brinda siempre una nueva oportunidad para levantarnos (Juan 8:1-11)
Hemos sido llamados a santidad. Y en la determinación de ser santos, Dios nos acompaña. Su gracia y misericordia son grandes e ilimitadas y, lo más probable, es que jamás llegaremos a entender su alcance. Lo que sí debemos hacer es depender de Él para avanzar.
No podría despedirme sin antes invitarlo para que le abra las puertas de su corazón a Jesucristo. Él traerá cambios profundos a su vida y le permitirá vivir la maravillosa experiencia de cambiar y crecer. Decídase hoy por Jesucristo en su corazón.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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