La dura tarea de subir la montaña
(Parte 2)
Hace poco tiempo recibí la carta de una pareja pastoral. Fueron asignados a un territorio dominado por el tradicionalismo religioso. Llevaban varios meses predicando sin que se produzca ninguna conversión a Cristo.
“No sabemos qué hacer— decía la comunicación —. Hemos invertido buena parte de nuestro tiempo evangelizando, distribuyendo tratados, haciendo cultos callejeros. Estamos desesperados. ¿Considera que lo más apropiado es regresar a nuestra ciudad? Podríamos trabajar vendiendo algo y así restablecer nuestra vida secular”.
¿Cuál sería su respuesta? Pues le compartiré cuál fue la mía: “Quédense en el mismo lugar. Dios los llamó, Dios responderá. El hará prosperar Su obra. No luchen en sus fuerzas, luchen en las fuerzas del Señor”.
Dios es quien pelea con nosotros, tal como lo prometió a Moisés: “...y aunque haré muchas señales milagrosas y prodigios en Egipto, él no les hará caso. Entonces descargaré mi poder sobre Egipto”.
Es probable que como líder considere que ya hizo mucho y no puede más. Ha pensado en renunciar. ¿Es aconsejable? En absoluto. Cumpla lo que Dios le llamó a hacer, y si las luchas son enormes, deje que Él pelee por usted. Dios finalmente cumplirá aquello que se propuso: “Y cuando yo despliegue mi poder contra Egipto y saque de allí a los israelitas, sabrán los egipcios que yo soy el Señor”.
¡El enemigo se opone!
Por supuesto que Satanás y sus huestes salen al paso tratando de impedir que cumplamos la misión. Es algo apenas previsible. No es nada nuevo, por el contrario, ha sido así desde la misma creación del Universo.
Cuando Dios confió a Moisés el poder para demostrar a Quién representaba, el diablo quiso imitar todo. Y lo hizo a través de los hechiceros al servicio de Faraón: “Moisés y Aarón fueron a ver al faraón y cumplieron las órdenes del Señor. Aarón arrojó su vara al suelo ante el faraón y sus funcionarios, y la vara se convirtió en serpiente. Pero el faraón llamó a los sabios y hechiceros y, mediante sus artes secretas, también los magos egipcios hicieron lo mismo: Cada uno de ellos arrojó su vara al suelo, y cada vara se convirtió en una serpiente. Sin embargo, la vara de Aarón se tragó las varas de todos ellos.” (Éxodo 7:10-12. Nueva Versión Internacional).
¿Acaso le ha ocurrido que al interior mismo de la congregación hay quienes se levantaron en su contra y pusieron en tela de juicio el liderazgo que desarrolla? ¿Enfrentó en algún momento los aires de la división en la iglesia? ¿Fue blanco de ataques injustificados? Sin duda que responderá afirmativamente a uno de los tres interrogantes sino es que dice si a todos.
Satanás es astuto. Es el artífice de muchas doctrinas de error que arrastran a hombres y mujeres, alejándolos de la Salvación de Cristo. Pero lo grave es que engaña incluso a quienes están en el Camino correcto.
Al diablo hay que confrontarlo en las fuerzas de Dios. Y una estrategia eficaz es orar al Padre pidiendo su intervención, y declarando rotas las estratagemas satánicas que se levantan en contra. No olvide que usted tiene la autoridad que le confirió el Señor Jesucristo, y es necesario ejercerla...
Nunca lo olvide: el poder es de Dios, no suyo
Despierta preocupación que decena de líderes cristianos son humildes en tanto comienzan su labor. Pero una vez Dios los utiliza como instrumentos con poder y autoridad, olvidan que el poder proviene del Altísimo y no es fruto de méritos propios.
¿Recuerda las plagas con las que el Señor asoló a los egipcios? Personalmente siempre me han parecido algo extraordinario que rompió toda lógica y demuestra en Quién hemos creído.
Recordémoslas de nuevo. Son nueve plagas: de la sangre (Éxodo 7:14-25), de las ranas (Éxodo 8:1-15), de los piojos (Éxodo 8:16-19), de las moscas (Éxodo 8:20-32), de la muerte del ganado (Éxodo 9:1-7), de las úlceras a personas y bestias (Éxodo 9:8-12), del granizo (Éxodo 9:13-35), de las langostas (Éxodo 10:1-20) y de las tinieblas (Éxodo 10:21-29).
El colofón de todo fue el anuncio sobre la muerte de los primogénitos (Éxodo 11:1-10) que tuvo cumplimiento unos cuantos versículos más adelante (Éxodo 12:29-35).
El poder fue enorme. Pero era de Dios. Moisés lo entendió así y no se llenó de vanagloria. No vaya a ocurrir en su vida que confunda cuál es la fuente de poder.
Quienes incurren en este desliz, rápidamente caen. Terminan frustrados. Sus vidas se vuelven un caos y en el colmo de su descaro, echan la culpa a Dios. ¡Tremendo error! Son los orgullosos quienes desconocen el obrar divino y acarrean las consecuencias...
Publicado en: Estudios Bíblicos
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