Hay poder en la sangre del Señor Jesús
Es frecuente que ante una circunstancia inesperada —que podría ser de peligro —, los cristianos digan: “Hay poder en la sangre de Jesús”. Pero, ¿es correcto hacerlo o, por el contrario, se incurre en una herejía?
Le animo para que me acompañe en un recorrido por las Escrituras para tener una apreciación correcta de un asunto tan importante para los cristianos.
En la antigüedad, los pecados se expiaban con sacrificios de sangre
¿Quién no pecado? No hay quien esté exento de pecar, como lo advirtió el apóstol Pablo en Romanos 3:10-18. De ahí que, aquellos que en Israel reconocieran haber transgredido los principios trazados por Dios, debían hacerlo, acatando las instrucciones de Moisés:
“Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.” (Levítico 17:11)
También leemos:
“Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.” (Éxodo 24: 7, 8)
En la sangre derramada como sacrificio había una significación especial. Ahora, cabe aclarar aquí que no solamente era con el pueblo de Dios. Otras culturas del mundo, incluso en América, tenían esta práctica aun cuando se desconoce la especificidad del propósito que les asistía.
Verter sangre de animales antes que de personas
Hay un pasaje maravilloso que relata el llamamiento que hizo Dios para que Abraham sacrificara a su hijo Isaac, su único, en la tierra de Moriah. Lo leemos en Génesis 22:1-13.
Cuando el patriarca obedeció y estuvo dispuesto a ofrendar a su primogénito, un ángel le hizo detener su mano y mostró un carnero, muy cerca, que fue sacrificado en aquél lugar.
“Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.” (Génesis 22:12, 13)
La sangre de un animal hizo posible que Isaac continuara con vida.
La sangre aplicada en nuestra familia
Cristo Jesús debe ocupar el primer lugar en nuestra vida familiar. Su sangre preciosa, debe cubrir nuestro hogar.
Escuché el testimonio de una mujer a la que iban a atracar. Los ladrones venían a ella, armados. Cuando los vio, gritó con autoridad: “Hay poder en la sangre de Jesús.”. Los maleantes echaron a correr, como si algo les aterrorizara.
Hay información documentada de personas a las que se les ministra liberación de posesiones o influencia demoníaca. Cuando se menciona la sangre de Jesús, manifiestan temor y— en muchos casos— salen de los cuerpos con solo mencionarla. Al fin y al cabo, estamos acudiendo a la autoridad que proviene del Salvador.
Definitivamente, la sangre de Jesús tiene poder.
La sangre de Jesús nos rescató del pecado para darnos una nueva vida
Por muchos años estábamos inmersos en pecados. Incluso, el enemigo nos cegó para que fuéramos apáticos a la verdad. Sin embargo, gracias a la sangre del Señor Jesús, fuimos libres, como anota el apóstol Pedro:
“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.” (1 Pedro 1:17-21)
No incurrimos en equívoco al afirmar que, además de ser rescatados por la sangre de Jesús, recibimos protección. Su sacrificio sigue latente hoy y por la eternidad.
Gracias a Jesús, el Señor, somos libres
La sangre de Jesús, vertida en la cruz, nos libertó de toda atadura. El apóstol Pablo hizo particular énfasis en reconocer nuestra vida nueva y llamarnos a caminar en consonancia con las pautas trazadas por Dios:
“Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.” (1 Corintios 5:6)
Si alguien afirma que, invocando la sangre de Jesús, recibió protección o quizá algún familiar, no podemos aseverar que incurrió en algún tipo de herejía.
Nuestro amado Salvador Jesucristo vela por nosotros. Es esencial que caminemos prendidos de Su mano poderosa. Él nos acompaña en el viaje maravilloso de cambio y transformación a nivel personal, espiritual y familiar.
Si aún no lo ha recibido como el Señor y Salvador de su vida, hoy es el día para que lo haga. Es la mejor decisión que jamás podrá tomar.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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