Fortalezca la relación con su cónyuge
¿Ha meditado en el hecho de que con el paso del tiempo la relación de pareja tiende a deteriorarse? ¿Ha evaluado cuáles pueden las consecuencias para usted, para su pareja y para los hijos?
¿Hay salida al laberinto? ¿Queda alguna sombra de esperanza? Sin duda que sí, en la medida en que dispongamos nuestro corazón para hacer una cuidadosa evaluación de cómo van las cosas en nuestra relación y nos dispongamos a aplicar cambios con ayuda de Dios.
Con sobrada razón hay sicólogos y terapeutas de familia que comparan el amor con una pequeña planta. “Si no la riegas termina por marchitarse”, suelen enfatizar. El error entonces gira alrededor de la concepción que tenemos en la relación de pareja. Creemos que al pactar el matrimonio la otra persona es de nuestra pertenencia.
El centro del asunto, sin embargo, es que el amor no es suficiente. Al gusto, la atracción, la admiración y las inclinaciones primarias cuando conocemos a alguien que nos atrae y con quien deseamos sostener una relación de pareja, deben sumarse otros elementos.
Uno componente de suma importancia lo constituye la comunicación. A pesar de las diferencias de percepción e incluso, de la forma como expresamos el amor, es importante disponer nuestro corazón para llegar al entendimiento, a conciliar, a encontrar elementos comunes. El hombre tiende a ser más sucinto al hablar mientras que la mujer es más gestual y expresiva. Esas diferencias no podemos desconocerlas por ningún motivo. El tono de voz, por ejemplo, resulta muy importancia porque le imprime pasión o desatención a nuestras palabras.
Un segundo elemento de mucha significación lo representa la expresión adecuada, saber transmitir el amor, la comprensión y la disposición de ayuda mutua.
El apóstol Pablo utilizó un pasaje maravilloso para referirse al amor y a sus alcances: “El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.
La profecía, el hablar en idiomas desconocidos, y el conocimiento especial se volverán inútiles. ¡Pero el amor durará para siempre!” (1 Corintios 13:4-8. NTV)
Le invito a leer el pasaje cuantas veces sea necesario. Hágalo con detenimiento. Descubrirá que entre las características especiales si amamos a nuestra pareja— para circunscribirnos específicamente al círculo conyugal —, encierra dos componentes de suma importancia: La paciencia y la bondad. Pero ligado a estos dos fundamentos está el hecho de que un amor auténtico no es celoso, orgulloso ni acude a la ofensa cuando se siente herido.
Amar y respetar para afianzar la relación
Quien ama, respeta la opinión de la pareja, no vive del pasado y llenos del rencor por el daño recibido. Persevera aun cuando haya circunstancias adversas— como por ejemplo las crisis— y decide proseguir. La relación de pareja resulta lo más importante.
¿Comprende todo lo que implica amar? Es la renunciación a nuestro ego, a la actitud de pretender que nuestra opinión prevalezca. A partir de ahí comprendemos que el amor tal como lo apreciamos usted y yo no es suficiente. Hay que alimentarlo día a día con perdón, comprensión, apoyo, tolerancia y estímulo, entre otros elementos.
Avanzar no es fácil, al menos no en nuestras fuerzas. Es necesario que Dios nos ayude. Podemos avanzar en este paso si permitimos que Jesús el Señor ocupe el primer lugar en la relación matrimonial. Es una decisión sabia de la que jamás nos arrepentiremos.
Amar a la esposa
Jairo dejó de hablarle a su esposa con la misma ternura que apenas iniciaron la vida matrimonial, y las rosas de los días viernes, las esquelas en el perfil de las Redes Sociales que invariablemente le enviaba al comenzar semana y las llamadas amorosas, comenzaron a ser parte del pasado.
Marcela por su parte respondió a la indiferencia con una actitud displicente. Fue perdiendo progresivamente el anhelo de escuchar una llamada de su marido, y él se quejaba de que era un poco grosera. “Pienso que mi esposa ya no me respeta”, dijo.
Un estudio reciente realizado por una prestigiosa universidad norteamericana concluyó que sin amor no hay respeto. En esto coinciden con el apóstol Pablo cuando escribió a los creyentes de Éfeso: “Por eso les repito: cada hombre debe amar a su esposa como se ama a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido.” (Efesios 5:33. NTV)
Si el hombre expresa amor a su esposa, no solo con palabras sino con hechos, ella le retribuye con respeto que es justamente lo que todo esposo espera. Respeto hacia el marido es sujeción por amor, no por obligación.
Por su parte, los esposos tienen un imperativo de las Escrituras: “Para los maridos, eso significa: ame cada uno a su esposa tal como Cristo amó a la iglesia. Él entregó su vida por ella a fin de hacerla santa y limpia al lavarla mediante la purificación de la palabra de Dios. Lo hizo para presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni ningún otro defecto. Será, en cambio, santa e intachable. De la misma manera, el marido debe amar a su esposa como ama a su propio cuerpo. Pues un hombre que ama a su esposa en realidad demuestra que se ama a sí mismo.” (Efesios 5:25-28. NTV)
Amamos a nuestras esposas porque es un sentimiento que no obligamos sino que alimentamos en lo más profundo de nuestro corazón.
Alguien que consideraba que ya no amaba a su esposa, fue a pedir consejo. El especialista le recomendó cada día identificar y valorar algo positivo de la mujer.
“Hágalo al menos durante un mes”, le recomendó.
Al término de ese tiempo él no quería ya el divorcio. “Jamás había valorado en su proporción la maravillosa esposa que tengo a mi lado”, aseguró entusiasmado.
Valore a su cónyuge
Honrar, valorar y tratar bien a nuestro cónyuge son tres actitudes que van de la mano del amor y del respeto. Si amamos, respetamos.
Probablemente hasta el momento no hemos tomado el tiempo suficiente para evaluar cómo anda nuestra relación de pareja. Cuando lo hacemos invariablemente descubrimos que hay aspectos qué cambiar, y entrar a modificar nuestra forma de pensar y actuar nos conducirá a mejorar las relaciones.
No olvide que siempre hay tiempo para cambiar. Es un proceso que parte de una decisión. Nadie nos obliga. Y avanzamos en esa dirección porque Dios alimenta esa inclinación en nuestro corazón. ¡Hoy es el día para comenzar a cambiar!
Las necesidades básicas de los cónyuges
Las ciudades encierran sus propias historias. Unas son dramáticas y otras ejemplarizantes en medio del enorme abanico de posibilidades que se ofrecen.
Un caso que llamó poderosamente la atención en Colombia fue la de dos personas adultas, de casi 90 años. Esposos por más de 70 años. Pese a su avanzada edad, se cuidan amorosamente el uno al otro.
“No podría concebir la vida sin mi esposa”, dijo él al tiempo que ella corresponde a su amor, brindándole los cuidados que están a su alcance.
“Él ha sido muy especial conmigo durante todo este tiempo”, explicó la mujer.
Cuando procuramos satisfacer las necesidades del otro, dejando de lado el orgullo y el egoísmo, sentamos las bases para que la relación crezca.
El apóstol Pedro abordó el asunto, a grandes rasgos, cuando escribió a los creyentes del primer siglo: “De la misma manera, ustedes esposas, tienen que aceptar la autoridad de sus esposos. Entonces, aun cuando alguno de ellos se niegue a obedecer la Buena Noticia, la vida recta de ustedes les hablará sin palabras. Ellos serán ganados al observar la vida pura y la conducta respetuosa de ustedes. De la misma manera, ustedes maridos, tienen que honrar a sus esposas. Cada uno viva con su esposa y trátela con entendimiento. Ella podrá ser más débil, pero participa por igual del regalo de la nueva vida que Dios les ha dado. Trátenla como es debido, para que nada estorbe las oraciones de ustedes.” (1 Pedro 3:1-7. NTV)
Pensemos por un instante que tanto el hombre como la mujer somos distintos, en nuestra forma de pensar y de actuar. Pese a las diferencias, somos complementarios.
Le invito a considerar las seis necesidades básicas de las esposas:1.- Intimidad. No entendida como sexo sino como proximidad, la sensación que reciben de protección por parte de su esposo.Por su parte los esposos tienen las siguientes necesidades básicas:2.- Franqueza y honestidad de su cónyuge.
3.- Comprensión.
4.- Reconciliación. Escuchar un “Reconozco mi error” de parte de su esposo cuando han fallado.
5.- Lealtad de sus esposos al compromiso conyugal.
6.- Estima y valoración del cónyuge.
1.- Logros.La relación de pareja se fortalece cuando nos damos a la tarea de satisfacer las necesidades de nuestra pareja. Recuerde que constituyen un elemento fundamental para alimentar el amor entre los cónyuges y además, aseguran la continuidad en el entendimiento, las expresiones mutuas de amor y tener razones de vivir en pareja. Si no nos ocupamos uno del otro, lo más probable es que el matrimonio se torne monótono.2.- Sentir que protege a su esposa.
3.- Servir y a la vez dirigir a su familia.
4.- Valoración de su esposa.
5.- Relación de comprensión y amistad con la esposa.
6.- Sexualidad. Plenitud en la relación con su cónyuge.
Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Recuerde que cuando Cristo gobierna en casa, todas las cosas marchan bien comenzando por nuestra relación de pareja. Cristo debe reinar en nuestra vida y en nuestra familia. Decídase por Jesús el Señor. No se arrepentirá.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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