¿Estás comprometido con la extensión del Reino de Dios?
Un accidente de tránsito lo amenazó con romper todo aliciente de vida. Ocurrió un sábado. Iba en dirección a una ciudad próxima, donde debía predicar. El auto se precipitó por un barranco cuando giró el volante para evitar chocar con un tractocamión que estaba invadiendo su carril. El volcamiento fue aparatoso.
José Javier Ramírez, un pastor de La Paz, quedó inválido y ciego. Al principio golpeaba las paredes, presa de la desesperación. No encontraba sentido para que todo aquello hubiera ocurrido. Era un ministro con un promisorio futuro. Había sido invitado a varios congresos y eventos evangelísticos, ahora estaba sujeto a una silla de ruedas.
Después de dos meses de meditar en su estado, la fe comenzó de nuevo a brotar en su corazón. Dejó atrás la amargura y la frustración. Descubrió que aún en su situación podía servir en la obra de Jesucristo.
Todavía comparte las Buenas Nuevas de Salvación. Acude a la memorización de versículos y pasajes bíblicos. Con base en la información Escritural que almacena en su mente, prepara los mensajes.
No desperdició todas las capacidades que Dios les dio para seguir trabajando en la proclamación del evangelio...
Dones, habilidades y talentos
Alguien con quien compartía acerca de las enormes potencialidades que Dios le había otorgado, me interrogaba respecto a cuál era la función que tenían para un cristiano. “¿Qué espera el Señor de mí?”.
Para responder el interrogante acerca de ¿Cómo inviertes tu vida y tus dones?, es necesario que revisemos en detalle el pasaje bíblico que encontramos en Lucas capítulo 19 versículos del 11 al 13. A través de una lectura cuidadosa descubrimos cinco aspectos de suma importancia:
1.- Todos tenemos una misión que cumplir
Si partimos de la base que usted y yo no somos un accidente del cosmos sino que existimos en consonancia con un propósito de Dios concebido desde antes de la fundación del mundo, descubrimos entonces que todos hemos venido con una misión específica.
Hay un plan para realizar con nosotros mismos, con nuestra familia, con las personas que se encuentran alrededor.
El amado Señor Jesucristo compartió una hermosa parábola que ilustra el asunto: “Un hombre de la nobleza se fue a un país lejano para ser nombrado rey y luego regresar. El hombre llamó a sus diez siervos. A cada uno le dio la misma cantidad de dinero. Les dijo: “hagan negocios con este dinero hasta que yo vuelva.” (versículos 12, 13).
Todos tenemos las mismas capacidades. Igual las oportunidades. En lo que quizá haya diferencia es en el tema de los dones, porque el Espíritu Santo reparte a cada uno conforme a Su disposición.
Quizá usted ha escuchado a quienes se quejan que les ha ido mal con su vida mientras que a otros bien. No admiten que han invertido mal su vida. Se durmieron tal vez en “los laureles”. No fueron más allá.
En el ministerio cristiano ocurre igual. Hay quienes se conforman con hacer poco para Dios, y consideran que es suficiente.
2.- Dios pedirá cuenta de nuestra mayordomía.
Si Dios nos dotó de capacidades, talentos y dones, es apenas natural que cumplido nuestro ciclo terrenal y al entrar en Su presencia, deberemos rendir cuentas.
La parábola de Jesús indica que “... a pesar de todo, el hombre fue nombrado rey. Luego regresó a su país. Cuando llegó, mandó llamar a los siervos para saber cuánta ganancia tenían.” (versículo 15).
¿Ha meditado respecto a cuál va a ser el informe que rinda ante el Creador en su condición de padre de familia, de trabajador, de cristiano? ¿Alcanzó otras personas para Cristo? ¿Qué hizo por el Reino de Dios? ¿Acaso las dificultades lo llevaron a renunciar?
Observe que Dios tuvo una expresión específica para cada siervo. Exaltó a quienes habían producido— como rendimiento de su misión recibida— diez y cinco veces más (versículos 16 al 19).
¿Podrá Dios decir lo mismo de usted? ¿Ha dado todo de sí para cumplir a cabalidad la encomienda recibida por el Supremo Hacedor?
3.- Responderemos por la negligencia
Con nuestras capacidades, talentos y dones, debemos rendir frutos. Ser los mejores empleados, los mejores padres, los mejores hijos, los mejores hermanos, los mejores amigos. ¿De qué otra manera podemos asegurar que Dios está moviéndose a través nuestro?
La negligencia que mostremos en poner al servicio del Señor todo cuanto nos dio, acarrea consecuencias. No es terrorismo, es un análisis aterrizado de la realidad. Observe lo que continúa diciendo el pasaje bíblico: “Llegó el otro siervo y le dijo: “Señor, aquí está su dinero, lo guardé muy bien en un pañuelo. Yo le tuve miedo, porque usted es un hombre duro, toma dinero que no ha ganado y cosecha lo que no ha sembrado.” Entonces el rey le dijo: “Siervo malo”... ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco para que así cuando yo regresara hubiera ganado intereses?”. Luego les dijo a los que estaban parados allí: “Quítenle el dinero que tiene y désenlo al que tiene diez veces más.” (versículos del 20 al 24.)
Al leer las Escrituras nos encontramos con el hecho de que se esperan resultados de parte nuestra. No podemos pasar sin pena ni gloria, como si nada ocurriera. Si Dios nos proveyó de enormes potenciales físicas, intelectuales, emocionales y espirituales, debemos rendir frutos. ¿Cuál será la rendición de cuentas que usted hará ante nuestro amado Padre celestial?
Publicado en: Estudios Bíblicos
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