Con la familia estamos llamados a emprender un cambio
Un esposo que ejerce un adecuado liderazgo familiar, genera seguridad en su cónyuge y sienta las bases para que— al crecer— sus hijos puedan hacer frente a la sociedad en la que les tocará desenvolverse y, al mismo tiempo, establecer sus propias familias. Es una cadena. Si lideramos una familia sólida, en la que haya expresiones de amor, comprensión, tolerancia, ayuda, perdón y fe, sin duda ese mismo esquema es el que replicarán nuestros hijos en sus propios hogares, y a su vez, el patrón de comportamiento hogareño que vivirán nuestros nietos.
El apóstol Pablo lo planteó a los creyentes de Éfeso, en el primer siglo, con una enseñanza que cobra especial validez en nuestro tiempo: “…porque el marido es la cabeza de su esposa como Cristo es cabeza de la iglesia. Él es el Salvador de su cuerpo, que es la iglesia.” (Efesios 5.23. NTV)
El autor y conferencista internacional, John Piper, anota que “…el liderazgo de un esposo se expresa al tomar la iniciativa de asegurarse que la familia está protegida y atendida. De modo que la protección y la provisión no están separadas del liderazgo. Son dos áreas fundamentales donde el esposo está llamado a cargar con la responsabilidad principal.” (John Piper. “Pacto matrimonial”. Tyndale House Editores. 2009. EE. UU. Pg. Pg. 75)
Hemos perdido influencia en la familia en gran medida porque dejamos de lado la importancia de asumir el liderazgo. Y ese liderazgo no debe ser interpretado como imposición o un manejo dictatorial, sino más bien como el proceso de sentar principios y valores que ayuden a transformar el pensamiento y acciones del cónyuge y de los hijos.
Un auténtico liderazgo en familia
Hasta hace algunos años ninguna decisión se tomaba en algunos hogares, hasta tanto estuviera el esposo. La opinión del cónyuge y padre, se respetaba. Tenía validez. Todos valoraban sus orientaciones. Tenían conciencia que su mayor preocupación era el bienestar de todos, y por ese motivo, estaban atentos a qué pudiera sugerir respecto a asuntos específicos.
Hoy el panorama ha ido cambiando progresivamente. Lamentablemente en muchos casos el esposo es al último al que se consulta. Las esposas han asumido esa posición de liderazgo, a lo que se suma otro ingrediente: Los hijos se inclinan hacia su progenitora y respetan sus opiniones, que asocian con equilibrio y en muchos casos con sabiduría.
Sobre esa base, resulta importante revisar el liderazgo que estamos ejerciendo, identificar los errores que hemos cometido e imprimir cambios de fondo y duraderos. Es un proceso en el que todos los componentes de la familia deben estar involucrados.
Todos tienen un aporte significativo. Sus apreciaciones son importantes. Escuchar las opiniones del cónyuge reviste mucha relevancia, así como procurar oír y entender a nuestros hijos. Es una dinámica que nos ayudará a crecer de manera mutua.
El apóstol Pablo, refiriéndose el valor de cada uno de los miembros de la Iglesia, a la que compara también con la familia, escribió: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido.” (Efesios 5:29-33. NTV)
Redefinir el liderazgo en casa es un proceso que comienza con la necesidad de sincerarnos, de escuchar a los componentes del hogar— a cada uno, sin interrumpir— y reorientar el rumbo que hemos seguido hasta hoy, el que quizá ha estado gobernado por las fallas. Con ayuda de Dios tenemos la posibilidad de aplicar cambios. Él nos ayudará en el paso a paso que debemos seguir en esa dirección.
John Piper asegura que “Cuando el esposo sustenta y cuida a su esposa, se sustenta y se cuida a sí mismo; y cuando Cristo sustenta y cuida a la Iglesia, se sustenta y se cuida a sí mismo…. Una de las cosas que aprendemos sobre el misterio del matrimonio es que en la relación, los roles del esposo y la esposa son distintos.” (John Piper. “Pacto matrimonial”. Tyndale House Editores. 2009. EE. UU. Pg. Pg. 75)
¿Pueden cambiar las circunstancias? Por supuesto que sí. Todo parte de reconocer que hemos fallado y que es necesario traer cambios permanentes, con ayuda del Señor. Un primer paso es convivir y aprender escuchar al otro; el segundo, disponer nuestro corazón para cambiar, y el tercero, propiciar el mutuo entendimiento.
Si reconoce que hasta hoy no ha asumido el rol que le corresponde como esposo, es tiempo de asumir esa enorme responsabilidad. Insistimos: No bajo criterios de imposición, sino mediante el diálogo con el fin de identificar dónde está el error, con el fin de aplicar correctivos.
Retomar sanos principios
Si tomamos la decisión de redefinir el concepto de liderazgo familiar, es necesario aplicar principios que orienten al cónyuge y a los hijos, que les brinden seguridad, que les ofrezcan la certeza de que sus inquietudes serán escuchadas y que nuevos motivos de intranquilidad no solo serán escuchados sino también atendidas oportunamente.
En familia todos se sirven mutuamente. Todos son valiosos. El apoyo de unos a otros reviste importancia. Todos hacen parte de un engranaje. Si falta uno, la maquinaria dejará de funcionar.
Piense por un instante en el adolescente que llega preocupado a casa. Tiene dificultades para realizar las operaciones de álgebra que está aprendiendo en el colegio. Su madre está muy ocupada para prestarle atención al muchacho, y el padre llega demasiado cansado al terminar su jornada, y se dedica a ver televisión. Al final del año, el chico perdió las asignaturas. Hay enojo en casa, reclamos, frases que hieren. ¿Podría haberse evitado el asunto? Sin duda que sí, cono solo reconocer que los pequeños problemas de nuestros hijos, también cuentan.
Imagine la escena de un hogar en el que la esposa está tan rendida por las actividades, que apenas tiene tiempo para recostar la cabeza en la almohada y disponerse a descansar. El marido no presta mayor atención. Meses o quizá años después, los dos se quejan del distanciamiento en las relaciones de pareja. ¿Pudo resolverse a tiempo la situación? Por supuesto que sí, si hubiesen reconocido el valor de lo que hace el otro. Sacar unos minutos para escucharse, para preguntar: “¿Cómo te fue hoy?”. Esas cuatro palabras pueden marcar la diferencia.
Cada instante cuenta. La sumatoria de los espacios de tiempo desperdiciados en el hogar, se convierte en un problema gigantesco. Es necesario, por tanto, no dejar de evaluarnos permanentemente para identificar qué podríamos mejorar en la relación de familia.
El apóstol Pablo escribió unas sabias líneas que aplican al hogar: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.” (Efesios 5:15-17. NTV)
Redefinir el liderazgo familiar está asociado, también, con el aprovechamiento del tiempo. No dejar que pasen los días sin resolver los conflictos que terminan siendo bolas de nieve que van creciendo hasta llegar el punto de tornarse inmanejables.
El autor John Piper aconseja: “... el liderazgo del esposo debe ser armonioso, compasivo y tolerante. El esposo es quien refleja la imagen de Cristo y la mujer es la esposa que refleja la imagen de la iglesia. Confundir o desechar estas diferencias diseñadas por dios trae como consecuencia más desilusión en la relación de pareja, más divorcios y más devastación.” (John Piper. “Pacto matrimonial”. Tyndale House Editores. 2009. EE. UU. Pg. Pg. 69)
El liderazgo que ejercemos, que en muchos casos es necesario redefinir, no da espacio para abusar, controlar o descuidar a la familia. Es un liderazgo que debe incluir tres componentes: servicio, provisión y protección. ¡Es tiempo de cambio en nuestro hogar!
Renuncie al egoísmo
El egoísmo se ha convertido en uno de los problemas familiares de fondo. Cada quien quiere hacer, al interior de la pareja, lo que quiere. Se desconoce que el otro es muy importante. Que no somos el centro del universo y que, la familia, funciona cuando hay unidad y sometimiento a Dios y Sus principios.
Renunciar a nuestros propios intereses para volcarnos hacia la familia, es una de las formas prácticas de aplicar la enseñanza de nuestro Señor Jesús cuando dijo: “Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.” (Mateo 10:38. La Biblia de Las Américas; Lucas 14:27)
Si deseamos fortalecer la familia, que la unión sea sólida y permanezca en el tiempo, es necesario ejercer un liderazgo como lo enseñó nuestro amado Salvador Jesucristo: De entrega y renuncia. Entrega, porque todos en casa merecen que demos lo mejor por ellos, y de renuncia, porque es necesario dejar de lado todo egoísmo.
La necesidad de recobrar el liderazgo familiar, partiendo de renunciar a principios egoístas y asumiendo compromiso con la pareja y con los hijos, es resaltada por el autor y conferencista, Alex Kendrick cuando escribe: “Demasiados hombres desperdician sus vidas. No conocen en realidad al Dios que dicen adorar y son incapaces de precisar para qué viven. Andan desganados e indecisos por la vida, perdidos espiritualmente en una niebla de confusión y apatía. Pueden decirte lo que harán este fin de semana, pero no tienen ni idea de cuál es su propósito en la vida o en la eternidad. En consecuencia caen en una rutina mecánica y pierden el tiempo en asuntos triviales.” (Sthepen y Alexis Kendrick. “La resolución para hombres”. B&H Editores. 2012. EE.UU. Pg. 1)
La familia no puede seguir caminando hacia el abismo porque hay padres que no se preocupan por sus deberes familiares, porque descuidan a su esposa y prefieren ir a jugar billar o quizá al futbol, que pasar el fin de semana con sus hijos.
Estamos a tiempo de retomar el curso de las cosas. Si le concedemos a Dios el primer lugar, si permitimos que nos guíe, sin duda podremos experimentar una transformación positiva y duradera en nuestra relación de pareja y con los hijos. Es una decisión que nadie más, salvo usted, podrá tomar. Y esa decisión comienzo con un primer y grande paso: Abrirle las puertas de nuestro corazón al Señor Jesucristo. Puedo asegurarle que no se arrepentirá.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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