Cómo desarrollar las potencialidades para ser un ganador
“Nací para perder”. Una frase que repitió mil veces y que se reforzó en su mente las veces que, de camino a la escuela en la periferia marginal de Ciudad de México, veía en la distancia las casas y edificios hermosos que parecían sacados de una película de la televisión.
Imaginaba los niños que albergaban esas enormes moles de cemento y, supuso, serían felices, con muchos juguetes, piscina y lo que quisieran comer. Él, invariablemente, llevaba los tacos de frijoles y el agua de tamarindo, que de tanto consumirlos ya no le sabían a nada.
Esa reiterada inclinación a la derrota, lo llevaba a sentirse menos que los demás; incluso, no jugaba fútbol con sus compañeros de salón, en la escuela, por considerar que cualquiera de ellos sería mejor.
Y esas tres palabras que retumbaban en su mente: “Nací para perder”.
El panorama cambió el día que vio a un joven en muletas que, con dificultad, se bajaba de un autobús. Algo normal, para los demás; no para él. Se fijó que el muchacho iba bien vestido, con traje reluciente, zapatos brillantes, portafolio de piel. Sin duda era un profesional. Y aun cuando se desplazaba con suma dificultad, se veía sonriente, con ganas de vivir.
Pese a que Raúl era adolescente entonces, se fijó la meta de salir adelante, estudiar una carrera y sobreponerse a la pobreza que reinaba en su familia, en donde cinco personas dormían bajo un mismo techo. Traía a su mente esas frases recurrentes de su madre, que giraban alrededor de un solo punto: “Con ayuda de Dios todo podemos lograrlo”.
Raúl García Morante es hoy un ejecutivo de una empresa multinacional. Hombre de fe. Convencido del apoyo divino para alcanzar sus metas.
Un hombre de éxito, según la categorización que le dan los diarios mexicanos. No se dejó amilanar por las circunstancias y se sobrepuso a los obstáculos para escalar peldaños, por difíciles que parecieran.
¿De quién depende que nos vaya bien?
No hay tal como “buena suerte” o haber nacido “con buena estrella”. Todo se fundamenta en la fijación de objetivos claros en la vida, la dependencia de Dios y un tercer elemento que es clave: la perseverancia.
El rey David escribió hace ya varios siglos: “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado. Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia.” (Salmos 16:5-7)
No importa qué difícil haya sido nuestro pasado ni lo desalentador que pueda lucir nuestro panorama hoy. Si avanzamos tomados de la mano del Señor Jesús, nada podrá detenernos y lograremos cualquier meta, aun cuando parezca compleja.
El éxito está a nuestro alcance. Basta que nos comprometamos con Dios, nos dejemos orientar por Él y demos pasos firmes, siempre hacia delante. Borre de su mente el término “imposible” o “fracaso”, porque usted y yo fuimos concebidos para vencer. Nada, óigame bien, nada podrá detenerle nunca.
A propósito, usted que es un triunfador, ¿ya recibió a Cristo en su corazón? Hoy es el día para que lo haga. No dilate la decisión… Podemos asegurarle que emprenderá una nueva vida de victoria, bendición y crecimiento permanentes.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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