Cinco principios para ganar la confianza de los hijos
Lo que más le dolió a Sandra fue descubrir que su hija, de apenas trece años, tenía más relación de amistad con familiares como tíos y primos, que con ella.
— No entiendo por qué no me dijiste antes que estabas probando alcohol y drogas — , le dijo a la chica el día que fue a responder por ella, en una inspección de policía. La habían detenido junto con otros muchos a la salida de un concierto muy sonado en la ciudad.
— Contigo no es fácil hablar, mamá. Vives en otro mundo — , se excusó.
— Sí, pero si me hubieras dicho de tus problemas habríamos podido resolver algo, no sé, buscar una salida— interpeló la madre, preocupada por encontrar a su muchachita con una caterva de pandilleros sorprendidos cuando consumían marihuana y bebían aguardiente.
— Ya, deja de sermonearme y sácame de esta pocilga— interrumpió la adolescente.
Ese incidente fue el que abrió las puertas para que Sandra procurara hacerse su mejor amiga. Reordenó su agenda, estuvo ocupada en definir una agenda de trabajo común para compartir salidas, se interesó en los gustos de la chica y pasaron mucho tiempo en centros comerciales, cines y parques de diversión.
— No es fácil ser amigos de nuestros hijos, pero ya ves, Fernando, hay que trabajar en ello— me dijo al compartirme su experiencia. La relación ha mejorado muchísimo.
¿Ser amigo de los hijos adolescentes?
En un mundo de avances tecnológicos en el cual es posible desde nuestro lugar de trabajo controlar — mediante cámaras de seguridad en casa — , lo que están haciendo los hijos, y en el cual hablar con ellos está a la distancia de un número de celular, resulta irónico que ya en la adolescencia resulte imposible dialogar con ellos.
“Con mi hija apenas nos cruzamos palabra”, me decía una madre de familia, presa de la desesperación: “Realmente no se qué hacer para volver a tener los tiempos de diálogo de otros tiempos”.
De ser chicos y chicas tiernos, amables y de buen genio, se convierten en muchachos y muchachas retraídas, rebeldes, altaneras y que prefieren estar con sus amigos que con sus progenitores.
Los desajustes que experimentan en su personalidad están ligados a los cambios en su cuerpo. Para unos y otros tenemos que estar preparados como padres; pero algo más: para asumir un nuevo rol, construyendo puentes que nos permitan llegar hasta ellos, en su mundo que por momentos nos resulta inaccesible, con el ánimo de sentar bases sólidas de amistad.
Las circunstancias nos obligan a prepararnos para manejar situaciones conflictivas con ellos. Y uno de los pasos de mayor significación es aprender a conocerlos en esa nueva etapa de su vida.
El adolescente y sus conflictos
Como anotaba, para ser amigo de los hijos e hijas adolescentes es necesario tener un conocimiento panorámico de su pequeño mundo, y por supuesto, de los conflictos internos y externos que enfrentan.
Entre otras, las preocupaciones que a ellos les asaltan son:
1.- ¿Cómo me veo y me ven los demás?. Esta inquietud que les asalta en lo más profundo de su ser, está ligada con la autoestima. Si no reciben aceptación, comenzando con la suya como padre o madre, tendrán serios problemas.
Una recomendación sana es que no les ridiculice ni en privado ni en público, que no haga comparaciones respecto a otros adolescentes, y que tenga palabras de estímulo y comprensión.
2.- ¿Podré hacer algo bien? ¿Sirvo para algo?. Recuerde que en la adolescencia están dejando el abrigo de los padres para vivenciar su propio mundo; por esa razón es importante brindarles apoyo, hacerles entender que comprendemos sus aparentes fracasos y estamos dispuestos a darles la mano para que sigan adelante. Que encuentren en usted y en mí, un soporte para superar sus frustraciones.
Este consejo aplica en todos los ámbitos en los que se desenvuelven los adolescentes: a nivel familiar, académico y social.
3.- ¿Cómo manejo mis emociones? Tenga presente que uno era el chico o chica al que usted decía qué hacer, y otro bien diferente es cuando tiene inclinación –apenas natural— a tomar sus propias decisiones.
Las emociones representan para ellos un asunto complejo. Empiezan a experimentar gustos, inclinaciones y hasta “enamoramiento”. Sí, aunque piense: “Mi hijo jamás caería en situaciones así”. Es un ser humano, y por tanto, proclive a un comportamiento muy humano.
Comprenda la confusión de emociones que enfrentan en algunos momentos. Si considera oportuno guardar silencio, hágalo; si por el contrario ve apropiado abordarlos y extenderles su mano amiga, pues tome la decisión.
4.- ¿Qué hay de malo con mis criterios del orden? Sin duda lo habrá visto cuando entra al cuarto de sus hijos adolescentes y comprueba que es un caos.
Es entonces cuando debe armarse de paciencia y recordar que su concepción de lo que es ser alguien ordenado, es bien distinto de lo que conciben sus chicos y chicas en esta etapa. Explíquele que es por su propio bienestar. Enojarse no le producirá más que desgaste.
5.- ¿Será que mis padres no se cansan de sermonear? Un concurso de pintura sobre lo que considerarían un mundo ideal, realizado entre adolescentes, reveló que para ellos una sociedad sin adultos es lo más cercano a la felicidad.
Cuando les imponemos y reñimos, nos convertimos en esos seres que sermonean y de los cuales quieren estar muy lejos.
Por esa razón, sus recomendaciones deben sonar a consejos y no a regaños. Amenazarlos o herirlos con palabras o golpes, no contribuye a nada.
No olvide que se construye amistad a partir del diálogo, y si en sus primeros acercamientos a sus hijos e hijas adolescentes tiene confrontaciones, trate de manejar el asunto con mesura, de un compás de espera, no se desanime y vuelva a intentarlo.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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