Cinco consejos para liberarse de la amargura
Aun cuando el sol brillaba con esplendor sobre una ciudad como aquella, Leonor no podía encontrar motivo para ser feliz. En su criterio, nada tenía sentido.
Se asomó por la ventana y de no ser por sus dos hijos pequeños, lo más probable es que habría saltado del piso siete del edificio donde trabajaba. Había escalado poco a poco y hoy era sub gerente administrativa. Por años pensó que eso la haría feliz, pero se equivocaba. Era más triste que nunca.
Dayro tenía 29 años. Era abogado y nadie podía negar que su carrera iba en ascenso. A vuelta de pocos años estaría al frente de grupo de profesionales que, además de prestigio en la ciudad, era el que mejores ingresos recibía por su fama y efectividad al ganar litigios. No obstante, llegar a la oficina se convirtió en un martirio e igual, la hora de emprender el retorno a casa. Para él, nada tenía sentido.
Leonor y Dayro, a pesar de representar casos aislado, tienen un denominador común: Los gobierna la amargura. Nada ni nadie les hará felices. Perdieron la alegría de vivir. Cada día se convirtió para los dos, en una pesada carga.
Vivir sin sentido se convirtió en una constante en nuestra sociedad. A éste y otros factores se atribuye, entre otros aspectos, el incremento en los índices de suicidio pero también, la búsqueda de vías de escape que convergen en el alcohol, las drogas o una existencia desesperada, siempre buscando alguna razón para enfrentar cada día.
Un mal que amenaza crecer
El psicólogo español Rafael Santandreu, considera que lo peor está por venir. Quienes se niegan a encontarle sentido a la vida, terminarán por dejarse arrastrar por la amargira.
De acuerdo con este catedrático del Colegio de Médicos de Barcelona y autor varios libros, uno de los males de nuestros días es la mentalidad fatalista de hombres y mujeres.
El especialista precisa que "Consiste en decirse a uno mismo ‘esto es terrible’, todo el tiempo. Las personas más fuertes no terribilizan jamás, como mi modelo Stephen Hawking, el científico en silla de ruedas. Él dice que la clave está en desarrollar la fortaleza emocional y para ello “es esencial cambiar tu diálogo interno, lo que te dices a ti mismo cuando te suceden las adversidades. Tienes que argumentarte a favor de que nada de eso te impide ser feliz”. (Citado en diario El País. 08/09/2015. Colombia. Pg. C2)
La decisión de naufragar a la amargura es nada más que nuestra. No podemos culpar a quienes nos rodean. Es esencialmente una opción por la que nos inclinamos de tal manera que aunque todo vaya bien, encontraremos un resquicio, una razón para justificar que “todo anda mal”.
Hace varios siglos el rey Salomón puso de presente que estos estados de ánimo a los que no ponemos freno, terminan por afectarnos en todo nuestro ser: "El corazón gozoso alegra el rostro, pero en la tristeza del corazón se quebranta el espíritu.” (Proverbios 15:13; Cp. 17:22. La Biblia de Las Américas)
Si permitimos que el gozo de Dios, la paz que proviene de Él, invada cada instante de nuestra existencia, no solo encontraremos sentido para vivir sino que irradiará sanidad en cada uno de nosotros (Véase Juan 10:10; Flipenses 4:6-8).
Cuidado: La amargura se contagia
Si actuamos faltos de sentido común y permitimos que la amargura se arraigue en nosotros, corremos el peligro de anularnos para lo bueno de la vida y de paso, contaminar a quienes nos rodean.
El rey Salomón escribió: "Todos los días del afligido son malos, pero el de corazón alegre tiene un banquete continuo.” (Proverbios 15:15. La Biblia de Las Américas), y en otro pasaje poderosísimo, anota: "El espíritu del hombre puede soportar su enfermedad, pero el espíritu quebrantado, ¿quién lo puede sobrellevar?” (Proverbios 18:14. La Biblia de Las Américas)
Piense por un instante en sus últimas semanas. ¿Ha disfrutado plenamente? O por el contrario, ¿se dejó dominar por las circunstancias y hasta quiso morirse?
Una buena iniciativa es revisar la forma como usted percibe el mundo. ¿Con qué cristal mira todo alrededor? Tenga presente que no nos afecta lo que nos sucede sino la manera como decidimos asumirlo.
Comience por ponerse a cuentas con Dios
El primer paso de camino a encontrar soluciones al problema de la amargura y el sin-sentido que suelte atacarnos y de paso robarnos el gozo cada día, es ponernos a cuentas con Dios.
El autor de la carta a los Hebreos escribió: "Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados...” (Hebreos 12:14, 15. La Biblia de Las Américas)
Cuando volvemos la mirada a Dios, le damos entrada a nuestra existencia. Permitimos que Él sane las heridas en nuestro mundo interior. Le concedemos toda autoridad para que nos transforme.
El segundo paso es renovar nuestra forma de pensar, como recomendó el apóstol Pablo: "Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto.” (Romanos 12:2. La Biblia de Las Américas)
Cuando Dios toma el primer lugar en nuestra vida, comienza a renovar nuestra forma de pensar. Los pensamientos son poderosos catalizadores en nuestra forma de ver la vida, y si experimentamos cambios en la forma de ver todo cuanto nos acontece, la paz comenzará a adueñarse de nuestro corazón. Eso es algo que sólo nuestro amado Señor puede producir en nosotros.
Enfrentar al mundo, no huirle
A buenos y malos les amanece cada mañana. No obstante, si hay algo en común para unos y otros, es que enfrentamos buenos y malos momentos. No somos ajenos a los problemas. No podemos eximirnos de ellos, de que toquen a nuestra puerta.
Precisa el especialista y autor español, Rafael Santandreu, que: “Es necesario vencer las creencias irracionales. Son tres: “Tengo que hacerlo todo bien”, “la gente me tiene que tratar bien” y “las cosas deben salir como he previsto”. “Es más racional pensar que fallar es genial. Soy un desastre, pero me encanta. La gente no me tiene que tratar bien, solo algunos y tampoco todo el tiempo. ¡El mundo tiene demasiada eficacia! La felicidad la dan dos cosas simples: “No quejarse” y “apreciar las cosas pequeñas de la vida”. Todo lo demás no sirve. Juan Luis Guerra, cantante de bachata, decía hace poco que toda su vida fue un infeliz pese a ser exitoso, rico, etc., hasta que aprendió esas dos cosas”. (Citado en diario El País. 08/09/2015. Colombia. Pg. C2)
La felicidad no está en otras personas, no dependemos de ellas y tampoco de lo bueno o malo que nos ocurre, pero precisamente “bueno” o “malo” es un rótulo que nosotros le ponemos a cuanto nos ocurre diariamente.
Viva cada día para Dios
Al escribir, cae un atardecer hermoso sobre Cali, la ciudad donde resido. Desde mi pequeño estudio puedo observar a través de la ventana, las nubes bañadas por el sol agonizante. Es una vista preciosa.
No obstante, lo que yo considero algo memorable, puede que el vecino lo aprecie como aburridor. Quizá piense: “Otro atardecer”. o tal vez: "Los mismos atardeceres de siempre”.
Lo que no puedo olvidar y le invito a que haga lo mismo, es que éste momento jamás lo volveré a vivir. Es único e irrepetible como cada segundo de nuestra existencia. Esa es la razón fundamental para aprovechar cada minuto. Vivirlo al máximo, pero vivirlo conforme Dios quiere que lo vivamos.
Alguien decía que "El único valor que cuenta es la capacidad de amar la vida y a los demás, porque trae la felicidad.” Una frase que leí por ahí, apunté en una libreta pero cometí el error de no incluir al autor. No obstante, es una frase con mucho sentido.
Cinco consejos eficaces
Experimentar alegría cada día y dejar de lado la amargura, parte de una decisión. Recuerde: La decisión de permitir que Dios nos gobierne.
Ahora comparto cinco consejos eficaces en los que coinciden los especialistas:
1.- No depender de nada ni nadie sino sólo de Dios. Así cuando las cosas no vayan, encontraremos contentamiento en nuestro amado Padre celestial.
2.- No pelearse con las personas. Hacerlo nos lleva al desgaste y a empañar cada día, que debería ser pletórico de alegría porque cada instante es único e irrepetible.
3.- No rotular con bueno o malo lo que nos ocurre. Ponerle rótulos a las circunstancias, nos amarga y de paso, amargamos a otras personas.
4.- Tomar conciencia de que Dios tiene el control. Así las cosas no vayan bien hoy, si Dios tiene el control, podrá sacarnos de cualquier laberinto.
5.- Cada día es nuevo, para vivirlo. El hoy ya está muriendo, pero si Dios lo permite, pronto terminará la noche y comenzará uno nuevo, lleno de sorpresas, que debemos vivir a plenitud.
Piense una y otra vez que la vida es una sola. Y Dios nos creó para que la disfrutáramos. La decisión de gozarla, conforme a la voluntad del Señor, es nada más que nuestra. ¡Decídase hoy por una vida plena!
Si no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, es hora de abrirle las puertas de nuestro corazón al Hijo de Dios. Él traerá transformación a nuestro ser y permitirá que experimentemos cambio y crecimiento personal, espiritual y familiar, como siempre hemos anhelado.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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