Busque en Dios soluciones a la crisis matrimonial
Dios creó la familia. Él sabe todo acerca de sus conflictos pero también, de las soluciones. Él es el Hacedor y en la Biblia, entregó un manual para encontrar respuestas a todos los interrogantes y dificultades que nos asaltan. Procurar soluciones aparte de Él es tropezar con enormes barreras e incrementar el nivel de los conflictos.
El autor y conferencista internacional, John Piper, lo explica de la siguiente manera: “El matrimonio es obra de Dios porque es la unión en un solo cuerpo que él mismo lleva a cabo. Vislumbramos la magnificencia del matrimonio cuando vemos en la Palabra de Dios que Él es el gran hacedor. El matrimonio es su obra. Proviene de él y existe mediante él. Eso es lo fundamental que podemos decir del matrimonio.” (John Piper. “El pacto matrimonial”. Tyndale House Publishers. EE.UU. 2013. Pg. 7)
Cuando al primer inconveniente que surge en la relación de pareja o cuando llega la fatiga, consecuencia del paso de los años y la rutina, una puerta en la que piensan muchos es en el divorcio. Es una inclinación tan antigua como el tiempo, que en algún momento plantearon al Señor Jesús unos religiosos: “Unos fariseos se acercaron y trataron de tenderle una trampa con la siguiente pregunta: “— ¿Se permite que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier motivo? Jesús respondió: — ¿No han leído las Escrituras? Allí está escrito que, desde el principio, “Dios los hizo hombre y mujer”. — Y agregó— : “Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo”. Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido.” (Mateo 19:3-6. NTV)
Cuando Dios creó al hombre y, posteriormente a la mujer, dispuso que compartieran la vida juntos y que, durante ese proceso, experimentaran el enriquecimiento permanente en la relación. Esa misma placidez debía proyectarse en la relación con los hijos. En esencia, el matrimonio y la familia son una de las muchas bendiciones que Dios nos ofrece cada día.
La sentencia es clara: “…que nadie supere lo que Dios ha unido.” Pensar o avanzar en camino hacia el divorcio, es ir en contravía de los planes de Dios, y jamás habrá bendición en la decisión de separarse.
El impacto negativo del orgullo
Es el orgullo y no otra razón la que lleva a las personas a tomar la decisión de divorciarse. No podemos desconocer que hay conflictos en la relación de pareja, pero tampoco ser ciegos a la realidad de que el divorcio es un perjuicio enorme que nos causamos pero también a nuestros hijos. Jamás olvide que delante del Señor debemos responder por nuestros hijos (Cf. Salmos 127:3-5)
Cabe aquí recordar lo que respecto a la unión de la pareja, enseña el autor y conferencista, Jhon Piper: “Lo más importante que vemos en la Biblia acerca del matrimonio es que existe para la gloria de Dios. Fundamentalmente, el matrimonio es obra de Dios. Esencialmente, el matrimonio es la representación de Dios. Es diseñado por Dios para mostrar su gloria de una manera en que ningún otro acontecimiento o institución pueda hacerlo.” (John Piper. “El pacto matrimonial”. Tyndale House Publishers. EE.UU. 2013. Pg. 8)
Cuando le preguntaron al Señor Jesús sobre el divorcio, Él aclaró que no era el camino diseñado por Dios en medio de cualquier circunstancia adversa al interior del matrimonio: “— Entonces — preguntaron— , ¿por qué dice Moisés en la ley que un hombre podría darle a su esposa un aviso de divorcio por escrito y despedirla? Jesús contestó: — Moisés permitió el divorcio solo como una concesión ante la dureza del corazón de ustedes, pero no fue la intención original de Dios. Y les digo lo siguiente: el que se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio, a menos que la esposa le haya sido infiel.” (Mateo 19.7-9. NTV)
Si ante la posibilidad de la separación hiciéramos un análisis concienzudo de cuáles son los verdaderos motivos para tomar ese tipo de decisiones, descubriríamos que no tiene fundamento. Es un error.
Consecuencias traumáticas del divorcio
Los más perjudicados con el divorcio son los hijos, no solo aquellos que están en una edad tierna, sino incluso los jóvenes. La sicóloga, Noelle Fintushel, autora del libro “Un dolor temporal”, explica que: “El divorcio de los papás siempre es devastador y sin importar la edad de los hijos, este va a estremecer de una u otra forma a los miembros de esa familia” (Citado en el artículo: “Los hijos del divorcio”. Revista Semana. 07/06/2014. Edición digital)
Los divorcios en países desarrollados como Estados Unidos van en aumento. Las estadísticas revelan un aumento de las parejas mayores de 60 años que deciden divorciarse. Aunque los hijos estén jóvenes experimentan una amalgama de sentimientos que incluyen sensación de vacío, desaliento, desilusión y rabia.
Algunos se sienten culpables de la ruptura. ¿Por qué se producen esos sentimientos encontrados? Porque los hijos jamás imaginan que la relación de sus progenitores terminará en separación. Otro fenómeno ligado a esta desbordante tasa de divorcios es que los hijos ya adultos experimentan alienación parental, inclinándose por el padre o la madre y generando distanciamiento hacia el otro.
Los expertos coinciden que es necesario pensar las consecuencias antes de optar por el rompimiento. El duelo por una ruptura suele ser prolongado. La relación con los hijos se puede resquebrajar.
¿La solución es no contraer matrimonio? Muchos piensan así. Incluso, han esbozado la posibilidad de casarse a prueba, es decir, optar por la separación si al término de determinado tiempo la relación no funciona.
Algunos de los discípulos del Señor Jesús expresaron su preocupación por el matrimonio y la eventual ruptura que podría producirse: “Entonces los discípulos le dijeron: — Si así son las cosas, ¡será mejor no casarse! — No todos pueden aceptar esta palabra — dijo Jesús—. Solo aquellos que reciben la ayuda de Dios. Algunos nacen como eunucos, a otros los hacen eunucos, y otros optan por no casarse por amor al reino del cielo. El que pueda, que lo acepte.” (Mateo 19:10-12. NTV)
Las palabras de nuestro amado Salvador son reveladoras: Es posible para quienes deciden el matrimonio, pero con ayuda de Dios. Este planteamiento lleva a repensar la relación de noviazgo y no incurrir en el error de unir las vidas sin que haya pleno convencimiento de amor mutuo. Una cosa es gustarse y otra, estar realmente enamorados. ¡No caiga en el error de casarse a la ligera, sin medir el alcance de su decisión!
Piense en su vida, en los hijos que vendrán como fruto de la relación, y lo traumático que puede resultar para usted y su familia, un divorcio. Dios debe guiar todo el proceso de enamoramiento. Él es quien lleva a feliz término esa relación.
Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Recuerde que, tomados de la mano del Salvador, emprendemos el maravilloso camino hacia el crecimiento personal y espiritual. No se arrepentirá de tomar esta decisión.
Publicado en: Escuela de Familia
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