Aproveche este día como si fuera el último
Miró el reloj. Apenas las cinco de la mañana. Aún no empezaba a clarear. Era comienzo del año y el sol despertaba tarde entre las montañas, somnoliento y perezoso. “Otro día más….”, se quejó Carlos y dio media vuelta en la cama, procurando infructuosamente cancelar el sueño. Fracasó en su intento, y se dio por vencido.
“Esta semana parece interminable”, murmuró frente al espejo, en el cuarto de baño mientras se pasaba la mano por el rostro, calculando el crecimiento de la barba. Concluyó que lo mejor sería afeitarse.
Había arrancado varias hojas de calendario. La vida se le convirtió en un corcho girando en la periferia de un remolino en aguas tormentosas. Creía que no tenía sentido vivir. Todo le resultaba igual de monótono. No encontraba diferencia entre un domingo alegre y carnavalesco, y un lunes lluvioso cuando debía ir al trabajo. Días largos, ensombrecidos, color plomo-
— ¿Regresas temprano del trabajo? — , le preguntó su madre cuando el joven se disponía a salir.
— No sé, mamá. Tal vez tome un helado con Marcela; pero no creo que demoremos porque debo madrugar. Mañana tenemos comité técnico en la empresa, y como está el gerente, debemos llegar puntuales…--. Se ajustó el chaleco, se colocó el casco y las gafas, y salió sin mayor ceremonia, apurado por el tiempo.
A diferencia de otras ocasiones, la motocicleta encendió sin mayor esfuerzo. El muchacho se dirigió rápidamente hacia el viaducto. Quería llegar pronto a la factoría…
Sus planes se vieron truncados cuando un camión que pretendía adelantar a otro vehículo, le cerró el paso. El impacto seco contra el parabrisas fue lo último que pudo recordar cuando en medio de una gritería y los comentarios afanados de “Está muy grave; no hay tiempo que perder”, en los momentos desesperados cuando lo ingresaban velozmente al quirófano.
— Murió muy joven, con tantos sueños… — dijo su madre el día del funeral —. Apenas tenía veintiséis años y un futuro prometedor. No le alcanzó el tiempo para cumplir todos sus deseos —.
Cada domingo al caer la tarde, la mujer visita la tumba en el cementerio para cambiar las flores. Lo extraña muchísimo y le duele profundamente no haberle tenido más tiempo consigo…
Este puede ser su último día
Jamás tomamos tiempo para pensar que éste podría ser nuestro último día de vida. Es más, cuando alguien nos habla al respecto, solemos reclamarle que no pretenda compartirnos comentarios orientados a llenar de terror la conversación. Siempre pensamos que habrá un mañana, y olvidamos que si hay algo incierto es el futuro.
Hace poco tiempo regresaba en avión a mi amada Santiago de Cali. Si algo anhelaba era encontrarme de nuevo con mi familia. Sin embargo, en la mitad del viaje y aunque el piloto procuró encontrar una ruta más segura, la aeronave entró en una turbulencia que me pareció, era la más tenebrosa de cuantas había podido vivir. El aparato parecía precipitarse en cada nuevo vacío que encontraba en medio de la tormenta.
Detrás de mí una mujer rezaba y un niño, dos filas de asientos más adelante, lloraba mientras su madre procuraba calmarlo. De nada sirvieron los anuncios desde el altavoz para que conserváramos la calma.
Ese día pensé qué podría pasar si fuera mi último instante de vida, antes de partir a la eternidad.
Confieso que sentí susto. En los breves segundos que quedaban para pensar, evalué que restaba mucho por hacer. Mi esposa, mis hijos, mis amigos. Tantas personas significativas con quienes todavía restaba aplicar cambios, pedir perdón si les había ofendido y decirle cuánto les apreciaba y llevaba en el corazón.
Cuando el avión tomó pista en el aeropuerto, volví a vivir. En aquella ocasión concluí que quizá todavía no estaba preparado para emprender el viaje final.
Es probable que sea su caso. Si se identifica conmigo, estoy seguro que me acompañará a lo largo de este artículo que busca llevarlo a reflexionar respectó de cómo se encuentra su relación con Dios, con su cónyuge, con sus hijos y amigos, y en general, con aquellos con quienes interactúa en todo momento.
Debemos estar preparados
Hay un libro maravilloso en la Biblia que muchos han mitificado pero que encierra profundas verdades y principios que nos ayudan en el proceso de crecimiento personal y espiritual. Se trata del Apocalipsis y hoy le invito para que estudiemos juntos algunos versículos del capítulo 3.
El primer elemento es que sólo Dios sabe cómo está nuestro corazón. Aunque podamos engañar a los demás con un antifaz de hipocresía, el Padre celestial sabe qué hay dentro. De Él no nos podemos ocultar. Por eso, el amado Jesucristo dijo a los cristianos del primer siglo y hoy a nosotros: “Estoy enterado de todo lo que haces y sé que no me obedeces del todo, sino solo un poco. ¡Sería mejor que me obedecieras completamente, o que de plano no me obedecieras!” (Apocalipsis 3: 15. Traducción en Lenguaje Actual).
Una amable señora con la que hablé un día en el terminal de transportes me dijo que no temía partir a la eternidad: “Soy buena. No le hago mal a nadie. Voy a misa cada domingo, y por supuesto, no he matado a nadie. No veo la razón por la que Dios no me recibiera en el paraíso”, explicó.
El curso de la conversación cambió cuando hablamos del asunto desde dos perspectivas importantes. La primera, sobre cómo estaba su relación con Dios— al cual tenía alejado de su corazón desde hacía mucho tiempo — , y la segunda, el error de creer que por sus buenas obras tenía asegurada la vida eterna.
Invariablemente todos creemos que somos lo suficientemente buenos como para que Dios nos salga a deber. En nuestra ingenuidad consideramos que nos merecemos un buen pedazo de cielo, con vista a la playa y todo. Pero es un tremendo error.
Una cosa es lo que creemos y otra bien distinta lo que realmente somos. Al fin y al cabo como lo anotara el profeta, nuestro corazón nos engaña:“Ustedes se creen buenos, pero son malos y mentirosos; ¡no tienen remedio! Sólo yo, el Dios de Israel, sé muy bien lo que piensan, y los castigaré por su mala conducta. ” (Jeremías 17:9. Traducción en Lenguaje Actual )
Jamás olvide que el Supremo Hacedor, en cuyo pensamiento estábamos desde antes que creara el universo, nos conoce hasta en los mínimos detalles. Por ese motivo, debemos hacer un auto examen honesto de cómo anda nuestra vida, y con Su divina ayuda, identificar en qué áreas debemos aplicar correctivos: “Dime si mi conducta no te agrada, y enséñame a vivir como quieres que yo viva” (Salmos 139:24. Traducción en Lenguaje Actual)
Es tiempo de ser radicales
Cuando descubrimos que nuestra concepción de ser muy buenos, excelentes, dista mucho de la realidad, sin duda concluiremos que llegó la hora de aplicar cambios. Dicha modificación en nuestra forma de pensar y de actuar nos conduce en dos direcciones: la primera, nos pone a cuentas con Dios, y la segunda, nos beneficia y a quienes nos rodean porque a ellos comenzamos a impactarles positivamente, contribuyendo también en su proceso de crecimiento personal y espiritual.
¡Todos ganamos cuando usted se dispone a cambiar con ayuda del Señor!
¿Qué ocurre si deseo seguir como hasta ahora, sujeto a mis propias reglas? Sencillo. Nos encontraremos luchando contra Dios y contra el mundo. El amado Jesucristo fue claro en advertir: “Pero como sólo me obedeces un poco, te rechazaré por completo” (Apocalipsis 3:17. Traducción en Lenguaje Actual)
Piénselo por un instante. ¿Qué ocurriría si hoy mismo, en este instante debiera encontrarse con el Señor? ¿Qué le diría? ¿Que es muy bueno y da limosnas a los niños que piden monedas en los semáforos?
¿Bajo qué circunstancias podemos señalar que no estamos preparados para emprender el viaje final? Cuando no honramos a Dios, le desconocemos en nuestro andar diario, no atendemos sus instrucciones y mandatos y, sobre todo, cuando nos profesamos como cristianos pero nuestra vivencia de fe es superficial , sin compromiso.
Aprovechar bien el tiempo
Me causó bastante gracia una película cristiana en la que el protagonista, después de descubrir que pasaba mucho tiempo frente al computador deleitándose en la pornografía, decide destruir el aparato.
Un vecino que aprecia la escena, le indica a su esposa que aquél está rematadamente loco. Pero no hay tal. Lo que estaba asumiendo era una actitud radical frente al pecado. Decidido a apartarse de todo cuanto le distanciaba de Dios, y de una buena relación con su esposa y los demás.
Por favor, no me malinterprete. No le estoy diciendo que acabe con todos los electrodomésticos, sino que asuma una actitud vertical, decidida, firme, de desechar todo lo que le lleva a pecar.
Recuerde que el primer perjudicado con el pecado es usted mismo. Quienes le rodean también se ven afectados. Y por supuesto, solazarse con los pecados no hace otra cosa que levantar una brecha con Dios.
Aplique correctivos a su vida
El propósito de cambio debe ir acompañado por correctivos. Es una invitación que hace Dios a todas las personas:”Por eso, vuélvete a Dios y obedécelo completamente” (Apocalipsis 3:19 b. Traducción en Lenguaje Actual)
Es una decisión que nadie más que usted debe tomar. Nadie lo presiona, ni el Señor mismo: “Si tienes oídos, pon atención a lo que el Espíritu de Dios dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:22. Traducción en Lenguaje Actual)
Tenga presente que Dios nos abre las puertas a una nueva existencia. El Señor Jesús dijo a los cristianos del primer siglo y a nosotros hoy:“Yo estoy a la puerta y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo.” (Apocalipsis 3:20. Traducción en Lenguaje Actual)
Después de una conferencia sobre el cambio y crecimiento personal, alguien se me acercó y con ese tipo humor sarcástico y a veces exagerado que nos caracteriza a los colombianos, me dijo:”¿Usted cree que eso de cambiar es tan fácil como soplar y hacer botellas?”. ¡Por supuesto que no! Nuestro amado Padre celestial mismo lo sabe. Conoce sus esfuerzos por cambiar y crecer en las dimensiones personal y espiritual, pero no lo deja solo.
Tenga presente que no es en nuestras fuerzas sino en las de Jesucristo, las que Él nos provee, como alcanzamos este propósito. Él dijo: “El discípulo que se mantiene unido a mí, y con quien yo me mantengo unido, es como una rama que da mucho fruto; pero si uno de ustedes se separa de mí, no podrá hacer nada.” (Juan 15:5. Traducción en Lenguaje Actual)
La victoria se obtiene cuando cada paso lo damos tomados de la mano del Señor Jesucristo. No lo olvide: no luchamos en nuestras fuerzas sino en las de Dios. Él nos ayuda a vencer…
¿Ya tomó la mejor decisión de su vida?
La mejor decisión que toda persona puede tomar, es recibir a Jesucristo en su corazón como su único y suficiente Salvador. Es muy sencillo. Basta con una oración. Allí donde se encuentra, frente a su computador, dígale:“Señor Jesús, reconozco que he pecado y deseo cambiar. Gracias por morir en la cruz por mis pecados, perdonarlos y abrirme las puertas a una nueva vida. Te recibo en mi corazón como mi único y suficiente Salvador. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Amén”Si hizo esta oración, como no dudo que haya sido así, le felicito. Ahora tengo tres recomendaciones para usted: La primera, que haga de la oración un principio de vida diaria. Orar, es hablar con Dios. La segunda, que lea la Biblia, un libro maravilloso en el que encontrará principios dinámicos que le ayudarán en el proceso de crecimiento personal y espiritual. Y por último, comience a congregarse en una iglesia cristiana. Su proceso de crecimiento se afianzará allí.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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