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Aprendiendo de los errores de Adán y Eva para ser buenos padres

Aprendiendo de los errores de Adán y Eva para ser buenos padres

En una reciente conferencia cuando formulé la pregunta respecto a si creían que Adán y Eva habían sido buenos padres, un considerable número de personas levantó las manos. Al cambiar la pregunta e interrogar si habrían sido malos padres, unas cuantas manos se levantaron, pero el número sí fue significativo al elevar un tercer cuestionamiento: “¿Quienes consideran que a Adán y Eva las faltaron elementos para ser buenos padres de familia?”.

Ahora le traslado a usted la pregunta. ¿Cómo calificaría a Adán y Eva en su condición de progenitores y edificadores al interior de la familia? Piénselo por un instante antes de responder.

Para responder, lo más aconsejable es que volvamos a los orígenes y en el libro del Génesis, ubiquemos el asunto en su contexto.

Partamos de un hecho: Si Adán y Eva cometieron errores, usted y yo con sabiduría debemos aprender de esos errores para no incurrir en comportamientos similares. ¿Está preparado para la evaluación? Comencemos entonces…

El problema de perder la intimidad con Dios

Si Dios gobierna en nuestro hogar todo irá bien, pero si le dejamos de lado el asunto es diferente y sin duda, vendrán las dificultades.

¿Le ha ocurrido quizá que en casa se desencadenó un tremendo problema por algo en apariencia sencillo? Una vez ha terminado la discusión usted se pregunta: ¿Por qué? Y razona que el asunto era trivial, intrascendente y que no debieron pelearse como pareja o con los hijos. La respuesta a qué ocurrió, la encontrará en un factor determinante: Alejarnos de Dios y no concederle el primer lugar, que es la posición que le corresponde en nuestro hogar.

En el caso específico de Adán y Eva el origen de sus dificultades familiares fue el perder la intimidad con Dios. Leemos en las Escrituras que incluso, tiempo después de pecar, podían percibir a Dios en su grandeza. No obstante, el pecado les distanció de Su Creador. “Cuando soplaba la brisa fresca de la tarde, el hombre y su esposa oyeron al Señor Dios caminando por el huerto. Así que se escondieron del Señor Dios entre los árboles.Entonces el Señor Dios llamó al hombre: — ¿Dónde estás? El hombre contestó: — Te oí caminando por el huerto, así que me escondí. Tuve miedo porque estaba desnudo.” (Génesis 3:8. NTV)

Le invito a que analice cómo anda su relación familiar. Si surgen problemas con más frecuencia de lo que quisiera, es importante analizar si quizá esa situación no se debe a un progresivo apartamiento de Dios. Las consecuencias, como nos separamos de la mano del amado Padre celestial, son desastrosas.

Si anhelamos que el río retome el cauce, es necesario e impostergable tomar una decisión: Volver la mirada a Dios. Es esencial que lo hagamos. Prendidos de Su mano, caminamos hacia la victoria (Cp. 2 Corintios 1:1-6)

Si nos decidimos por Cristo, si le abrimos las puerta de casa, si volvemos en intimidad con Él en oración y búsqueda sincera, es seguro que la historia de nuestra familia será diferente y los problemas irán camino de soluciones.

Valore su familia como una bendición

¿Cree usted que al mirar Dios que Adán estaba solo y necesitaba una compañera (Génesis 2:18), lo hacía para robarle la paz? Por cierto que no. El Señor creó a Eva como ayuda idónea y, además, como madre de su progenie. La familia es una bendición (Cp. Salmos 127). Cuando lo apreciamos así, cuando nuestra valoración del hogar es alta, sin duda encontraremos sentido para los esfuerzos diarios. Y si a este elemento sumamos el que usted desarrolla intimidad con Dios, permítame decirle que su familia será un espacio para la realización plena.

Esa perspectiva sin duda debieron tenerla nuestros primeros padres. Las Escrituras relatan: “Ahora bien, Adán tuvo relaciones sexuales con su esposa, Eva, y ella quedó embarazada. Cuando dio a luz a Caín, dijo: «¡Con la ayuda del Señor, he tenido un varón!». Tiempo después, dio a luz al hermano de Caín y le puso por nombre Abel.” (Génesis 4:1, 2. NTV)

Si por alguna razón rechazó a alguno de sus hijos en el vientre, puede que en medio de la desesperación porque no sabía cómo cuidarlo, es tiempo de pedir perdón a Dios y resarcirse con ese chico o chica brindándole todo el amor que no le dio en la niñez. Recuerde que siempre hay tiempo para cambiar, para ser diferentes con ayuda de Dios.

Otro elemento particular en nuestra relación familiar, es entender las particularidades de cada uno de nuestros hijos. Ellos no son nuestra fotocopia y es apenas razonable que piensen y actúen diferente: “Cuando crecieron, Abel se hizo pastor de ovejas, mientras que Caín se dedicó a cultivar la tierra.” (Génesis 4: 2. NTV)

Preste atención a las diferencias de sus hijos y ayúdelos a aceptarse ellos mismos. No podemos pretender que todos los hijos sean iguales, ni siquiera en su temperamento. En lo que sí veremos un comportamiento similar, es alrededor de la aplicación de principios y valores.

Enseñando a los hijos a amar a Dios

Cierto día cundo tomaban la ofrenda, un chico vio a su padre que buscaba afanosamente en los bolsillos del pantalón. “¿Qué buscas?”, le preguntó a su progenitor. Éste, sin mirarlo siquiera, le respondió: “Unas monedas para dar en la ofrenda”. Puedo asegurarle que la actitud de tacañería de su padre quedó grabada en el muchacho y cuando sea él quien deba ofrendar, buscará monedas porque validó en su tierna infancia que eso era cuanto se debía dar al Señor y Su obra.

Si Adán y Eva incurrieron en un error fue en no enseñarle a sus hijos la actitud correcta para amar y adorar a Dios. Le invito para que consideremos el asunto en la Palabra: “Al llegar el tiempo de la cosecha, Caín presentó algunos de sus cultivos como ofrenda para el Señor. Abel también presentó una ofrenda: las mejores partes de algunos de los corderos que eran primeras crías de su rebaño. El Señora ceptó a Abel y a su ofrenda, pero no aceptó a Caín ni a su ofrenda. Esto hizo que Caín se enojara mucho, y se veía decaído.” (Génesis 4:.NTV)

Es importante que nuestros hijos reconozcan a Dios en todos sus caminos (Cp. Proverbios 3:6), en la certeza de que el Señor guiará sus pasos y los orientará a la victoria, por encima de las circunstancias.

Les animamos para que revisen cómo andan en casa, si es necesario aplicar correctivos a las enseñanzas que damos a nuestro cónyuge e hijo respecto a Dios. Más que los versículos bíblicos que utilice, recuerde que lo relevante es nuestro testimonio de vida. Enseñamos con el ejemplo. Nuestros hechos impactan mucho más que nuestras palabras.

Sume a este principio de vida, otro importante: Enséñele a sus hijos a manejar la frustración. Recuerde que no todo siempre sale a pedir de boca y la vida en sí misma no es un jardín de rosas. Por experiencia lo habrá comprobado. Y en esa dirección, debemos enseñar a nuestros hijos a manejar los momentos difíciles…

Las Escrituras relatan que Dios abordó a Caín:“«¿Por qué estás tan enojado? — preguntó el Señor a Caín—. ¿Por qué te ves tan decaído? Serás aceptado si haces lo correcto, pero si te niegas a hacer lo correcto, entonces, ¡ten cuidado! El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo».” (Génesis 4:6, 7. NTV)

Si preparamos a nuestros hijos para enfrentar las dificultades y a acudir a Dios cuando vengan los tiempos de crisis, sin duda los estamos ayudando para vencer no importa qué momento difícil atraviesen. Adán y Eva sin duda no prepararon a Caín para esos períodos de desierto. Y de ese probable error usted y yo debemos aprender: En primer lugar, para concienciar a nuestros hijos que hay dificultades y que antes que resignarnos, dejarnos vencer o quizá frustrarnos, debemos levantarnos. Y en segundo lugar, a tomar tiempo para hablar con ellos como sí lo hace Dios con nosotros, porque Él conoce nuestro estado de ánimo, y desea ayudarnos a manejar nuestras emociones.

¿Qué aporta la violencia a la solución de los problemas?

Un joven con el que hablé recientemente me dijo que si alguien le formaba problemas en el colegio, sencillamente lo golpeaba. “No tengo por qué aguantar atropellos.”, me dijo. El asunto es que lo habían suspendido ya dos veces porque la institución educativa era religiosa.

El problema más que en él, estaba en sus padres. No le enseñaron en casa que los problemas no se resuelven haciendo acopio de la gritería, las malas palabras y la violencia. Por el contrario, si acudimos a esos comportamientos, traeremos más violencia a nuestra vida.

Comparto con usted una apreciación: A Adán y Eva les faltó enseñarle a sus hijos y en particular a Caí que la violencia no es el camino para zanjar ninguna diferencia.

Un chico criado en un hogar violento, golpeará a su esposa o a sus hijos porque en su infancia y adolescencia encontró letimización a hechos agresivos como mecanismo para resolver los problemas,

Le invito a leer lo que nos dicen las Escrituras: “Cierto día Caín dijo a su hermano: «Salgamos al campo».* Mientras estaban en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. Luego el Señor le preguntó a Caín: — ¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está Abel?. — No lo sé — contestó Caín—. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Pero el Señor le dijo: — ¿Qué has hecho? ¡Escucha! ¡La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra! Ahora eres maldito y serás expulsado de la tierra que se ha tragado la sangre de tu hermano. La tierra ya no te dará buenas cosechas, ¡por mucho que la trabajes! De ahora en adelante, serás un vagabundo sin hogar sobre la tierra.” (Génesis 4: 8-12. NTV)

Si Caín hubiese recibido orientación alrededor de lo destructiva que resulta la violencia, no habría actuado de esa manera con su hermano. Y ese patrón de comportamiento debió reforzarse con otro: La importancia de ser una familia unidad. Si hubiese aprendido esos fundamentos, ni siquiera hubiera pensado atentar contra su hermano.

Le invito para que haga un alto en el camino, evalúe cómo anda su relación de familia y en particular, cómo está ejerciendo su papel de padre o madre. Quizá descubra que es necesario aplicar cambios a su forma de pensar y actuar en familia.

Si toma esa decisión sabia, le invito para que le abra las puertas de su familia a Dios. Él le llevará a nuevos niveles en las relaciones con su cónyuge y con los hijos. Si aún no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, es tiempo de que le reciba en su corazón. Puedo asegurarle que no se arrepentirá. ¡Decídase hoy mismo! Cristo debe reinar en su vida y en su hogar.

Publicado en: Estudios Bíblicos


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